lunes

Petecuy

La mirada de un joven escritor sobre su barrio, parte I

“Si vives en un barrio como éste,
no puedes escribir lentamente. Aquí
todo se deshace en las manos. Nada
perdura. Y tienes que salir a buscar
más. Así todos los días”

Pedro Juan Gutiérr
ez
Animal Tropical


El calor deja pocas opciones para seguir trabajando en casa, el techo hierve y no quedan más opciones que parar de escribir e ir barrio adentro y reflexionar un poco. Cierro la puerta y camino hacia el norte. Al final de la calle puedo ver la cancha de fútbol y varios niños jugando sobre el polvo, sobre los árboles. Unos ríen, otros sacan fuerzas de donde no hay y vencen al rival, en demostraciones perfectas de cómo jugar al fútbol. Llevo las manos en los bolsillos del bluyín, se ha vuelto costumbre. Pienso muchas cosas, pienso en la malicia de los niños que hacen maldades a sus compañeros de parque. Pienso en la población afropacífica, en esa raza negra que vive pegadita a nosotros como amigos constantes, como empuje, como fuerza, como rechazo, como estigma, como brotes de historia, como un grito que reza: somos iguales. Pienso en el olorcito a marihuana, y en otros vicios que carecen de olor. No voy a negarlo, he querido fumarme un cigarrillo a medida que camino y reflexiono sobre la vida, el ser humano y este barrio. Fumar para despejar la mente, para cortarle años a mi vida. Entonces pienso en una cita de Rafael Chaparro Madiedo, autor de Opio en las nubes, que dice: “Nadie ha comprendido que el tabaco es el mejor amigo del escritor en esas noches solitarias cuando uno está frente al computador y la pantalla está en blanco. El tabaco es una especie de mar extraño por donde navegan las ideas. Unas se van con el humo. Otras se quedan. Se escriben”. Caminar sin rumbo y ver qué ideas quedan. Pero pienso en la muerte, todas las ideas quedan, no hay humo, lo hay y es ajeno. Muerte porque es lo que noto desde mi niñez en estas calles y en estos parques abandonados y polvorientos. Amigos, desconocidos, mujeres, policías, niños, enemigos, trabajadores, todos he visto caer. Parece que la historia del nombre del barrio, Petecuy, tuviese alguna relación con eso que es la personalidad de un barrio, su territorialidad. Porque el cacique Petecuy era un notorio asesino que comía la carne de sus enemigos para llenarse del valor y la lucha que ellos traían. Entonces pienso que Petecuy siempre va a tener el estigma de miedo, de muerte, de inseguridad, porque hacemos parte de un país en guerra, porque estamos dentro del entramado de una ciudad enferma por su rumba, su calentura, porque la misma Diosa Kali era la señora de la venganza y la crueldad. Dejo atrás la muerte, miro el pavimento y cambio de andén, esquivo excrementos de caballo, de perro. Las casas empiezan a deformarse. Ahora veo casuchas sostenidas por guaduas, paredes de latón y de gruesos cartones, de techos plásticos y un suelo que evoca tristeza.
Los niños corren descalzos, algunos aún en ropa interior, el olorcito aquel se hace fuerte, en las esquinas parches de jóvenes, de amigos, de parceros que saludan. No he sacado mis manos de los bolsillos. A mi izquierda sobre todo el horizonte un levantamiento de tierra se erige monumental, es el jarillón que nos protege de las aguas manchadas y violentas del Río Cauca. Un montón de tierra que ha significado un asentamiento para muchos desplazados. Pero allá arriba es otra cosa, otros problemas, otros habitantes, otras situaciones, otro tipo de vida igualmente contradictorio. Subo por un caminito marcado por el paso de muchos y arriba, bajo un gran árbol de uvillas, me siento sobre una piedra. Enfrente tengo a mi barrio y todas sus casas desiguales, noto las más altas, las antenas de comunicaciones, ropa secando al sol, perros en las terrazas y un ruido que advierte que abajo algo está en funcionamiento. Petecuy es el mapa urbano de todas mis historias, mis cuentos y estoy seguro que será el de mi primera novela. Un mapa colmado de vicios, de historias de amor, de lucha, de injusticia, historias de hombres grandes, de asesinos y de mujeres valerosas y asquientas. Abajo a mi izquierda la peor imagen, la del llamado hueco, donde se distribuye la droga, donde la delincuencia mata y come del muerto. El hueco es el foco de un Miedo Ambiente que ha tomado como víctima a todos sus habitantes y visitantes. Un Miedo Ambiente que obliga a caminar siempre con temor, con miradas busconas, con los ojos puestos en las personas que se acercan, que pasan, que miran, un Miedo Ambiente que cierra puertas a las ocho de la noche, que trajo consigo la presencia de tropa armada para su vigilancia, que preñó muchas niñitas, que asesinó a muchos pelaos, un Miedo Ambiente que estigmatizo cerca de ocho mil habitantes y obligo a vivir felizmente con desconfianza. Pero eso era tiempo atrás, años 90’s y comienzo del 2000.
Hoy los temores son otros, pero los viejos son los que marcaron a muchos como yo. Estoy tratando de armar una historia para incluirla en mi nueva colección de cuentos y he pensado escribir la historia de dos jovencitas que se aman, que siempre se encuentran en la misma esquina del barrio cuando salen de estudiar y tienen que dividir su camino. Lo he visto y es realidad, he visto como sus labios se untan, como sus manos aprietan fuertemente otras manos, lo he visto y hasta allí lo real. Ahora va mí trabajo; pienso que se aman, y pienso que lo prudente de la historia sería que su relación encontrara la felicidad, como también la oscuridad. Lo demás, repito, es mi trabajo. Alguien pasa y saluda, sonríe. Reflexiono un poco más. Pasan dos horas. Me pongo de pie y miro al fondo donde se esconde el sol, sobre el cerro de las tres cruces, falta poco más de cuarenta minutos para la oscuridad empiece a tomarse éste lugar. Subo la mirada un poco más y algunas aves empiezan a buscar refugio. Entonces pienso que es suficiente con ver mi barrio desde arriba, como un ave. Es hora de mutar y ser un roedor, un perro callejero en busca de comida, un gato de tejado en su calentura, una rata de alcantarilla que vive de cerca los peligros de la noche. Bajo y una de las chicas de mi historia pasa….

Biblioteca del Ghetto


Programa Lecturas al Barrio de la BIBLIOTECA DEL GHETTO

“Porque la cultura ayuda a un barrio a luchar con las palabras antes que con las armas”

“Más del 15% de la población de barrio Petecuy no sabe leer y escribir según censo cultural del 2008. La mayoría de población en Petecuy es de 5 a 9 años con un total de 978, le sigue de 10 a 14 años con un total de 914 y posteriormente de 20 a 24 años con una población de 910. Sobre el Jarillón del Río Cauca en la comuna 6 tenemos que de una población de 1796, 348 de ellas no sabe leer y escribir. El total de la población de Petecuy primera etapa es 9.183, 22 de ellos indígenas y 2330 son negro, mulato o Afrocolombiano”*
*Documento Cali en Cifras 2008


Biblioghetto
Biblioghetto es la unión y el esfuerzo de un grupo de jóvenes del sector que, trabajando por la recuperación del tejido socio-cultural del barrio, decidieron conformar este grupo. Biblioghetto realiza talleres de lectura en zona marginales, olvidadas o estigmatizadas por el Miedo Ambiente.


Objetivos
Biblioghetto es una estrategia cultural y pedagógica encaminada al fortalecimiento de la lectura en los habitantes del barrio Petecuy. Buscamos como principio de trabajo elaborar planes de lectura y escritura creativa dirigidos a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Igualmente a largo plazo nuestro gran proyecto es la conformación de la Biblioteca del barrio Petecuy, para ello hemos empezado con una base bibliográfica de 520 libros digitales, entre los que se encuentran títulos de escritores del barrio.

Población Atendida
Queremos llegar diaria y plenamente a toda la población: niños, jóvenes, adultos, estudiantes, ciudadanos, ancianos, discapacitados, enfermos, obreros, amas de casa, empleados, comerciantes, desempleados, etc.

Gestión de la experiencia
Actividades:


o Leo en mi esquina.
Es una pequeña biblioteca ambulante que presta el servicio de lecturas en voz alta y en ocasiones, acompañadas de presentaciones teatrales.

o Lecturas infantiles
Programa de lectura para niños de hogares infantiles de bienestar familiar.
o Lecturas Mayores
Programa de Lectura dirigido a ancianos y grupos de la tercera edad.

o LectoGhetto
Lecturas magistrales del género negro y policiaco dirigido a jóvenes de alto riesgo. Igualmente abordaremos lecturas de Literatura Urbana tales como la crónica y la vida de barrio.

Organización
Con la colaboración de un docente del área de literatura, nuestro grupo de jóvenes coordina los sitios y horarios que realizan los promotores de lectura, todos de ellos jóvenes del sector que han sido y serán capacitados como Promotores de Lectura otorgándoles certificados. Con la colaboración y el ingenio contamos con la participación de un par de mimos payasos. Se definen los destinos de cada programa. Se indagan gustos de lectura por medio de encuestas y entrevistas directas con la población. Se atiende cada programa una vez por semana, situándonos en la intersección de las esquinas. Estimamos que en un mes se debe volver al sitio visitado para validar la promoción.

Apoyo

Circunstancialmente no poseemos apoyo alguno del sector privado o público. En un lapso de dos meses la Agente Cultural de la Red de Bibliotecas Públicas, la Señora Gloria Celmy Flórez que atiende la Comuna 20 (Siloé) en la Biblioteca Rafael Pombo colaborará con nuestra gestión a título personal, movilizando a nuestro sector un par de Bicibibliotecas.

Enfoque del Proyecto
En el intento de abarcar la totalidad de las esquinas y parques se toman espacios pilotos para dilucidar gustos literarios, hábitos de lectura y niveles de satisfacción en el uso de este programa de Biblioghetto. Mensualmente se evalúan las actividades, los problemas encontrados y se planifican las próximas acciones. La facilidad y oportunidad de resolver las necesidades de información en la propia casa o lugar de trabajo de cada habitante es de por sí el mayor impacto: habitantes satisfechos. Se cuantifican las visitas, las personas atendidas y sus familias. Se valoran los comentarios atendiendo las sugerencias de las personas. Se carnetizan los usuarios acudan semanalmente. Semanalmente se dispondrán tres horas por cada programa.

Sostenibilidad del proyecto
El programa de Biblioghetto puede perdurar y lograr mejorar la calidad de vida si y solo si...
Se afianza en la comunidad el valor real que la información proporciona en el apoyo escolar, en la actualidad informativa, en el entretenimiento y en el goce espiritual de la literatura
Se continúa con la donación de material bibliográfico para la construcción de la Biblioteca comunitaria.
Se cuenta con la voluntad política necesaria para apoyar los programas de Biblioghetto.
Se sostiene la voluntad del personal joven necesario para operar los programas de Biblioghetto y su refrigerio.

Aprendizajes y logros
Queremos formar parte del paisaje en las calles y que nos miren con admiración por el servicio prestado. Lograr crear conciencia en la importancia de los libros y los momentos de felicidad que pueden proporcionar. Que la comunidad considere suyo Biblioghetto y pregunte por los itinerarios o programas.

Problemas y limitaciones Inicialmente el problema es la poca oferta de libros para desarrollar, con un margen más amplio, los programas. Ahora la tarea es aumentar el número de promotores para atender nuevos programas. La ampliación de los horarios implica más promotores.

sábado

Cartas Caicedianas... 2

Hermano caicediano
no vale la pena suicidarse
ni se le gana a la muerte
y se pierde la oportunidad uno de
vencer la mierda de la vida
este mundo es pa imbeciles o para guerreros
los imbeciles pasan como si nada
luchando con sus enfermedades sus egos
sus sueños culos monetarios us pesadillas y miedos
...los guerreros vencen la pesadilla de estar vivo
andres se suicido por cobarde
aunque con todo respeto lo entiendo porque en esa
epoca de mierda y psicodelia
quien le podia dar un consejo con fundamento
si las mujeres que amaba eran unas tontas como son las mujeres
ellas no le pueden ayudar a uno a salir de una pesadilla
ellas solo son carne y naturaleza animal carnal pa otras cosas
o si no mireles las sonrisitas estupidas que lo llaman a uno es a que se las
coma y no mas... claro que este es un tema complexo y contradictorio
porque asi las amamos, estupidas y vacias las amamamos
claro que no todas son estupidas, pero andres no tubo al rededor de el una dura
las duras son escassas
por eso le toca a uno salir solo
leete a fernando gonzales
tiene unos cuentos donde habla de su toni y sus calzoncitos
pero a la larga es un compelio de pensamientos metafisicos
que te pueden ayudar a superar el suicidio
o la idea de contemplarlo
yo fui un suicida, buscaba en las autopistas de california
estrellarme contra el mundo
todo me sabia agrio
yo me meti 100 hongos pa pasar al otro lado
y fue un viaje donde veian mis ojos a treves de la carne humana
donde las formas se me transformaron y se cambiaron
donde vi a jimmi hendrix lleno de colores
donde cerraba los ojos y seguia viendo el astral
me metieron de todo calmante habido y por haber pa traerme
pero me fui al final mientras pretendia dormir en la cama entre mis opapas
pretendia, porqu escuchaba los grillos todala noche
los qu estaban a 10 cuadras
fue un viaje de sensacion tan enaz y tan sensible que
la capacidad de per cepcion era tan profunda wue no pude
y me fui por el tunel y al final escuche una vos que me decia
estas seguro que queres venir
entonces me hizo sentir a mis dos padres
que trataban de dormir y estaban cruzando la crisis de
verme transopoyado entre las drogas
y que era en el que tenian sueños y aspiraciones puestas
y que yo se las qwuebre todas y me dolio tenaz 100 años despues
cuando vi que quebre sus sueños
claro que pa que se hicieron sueños
uno no se debe hacer ilusiones con los hijos pa nada
son libre y hacen lo que les de la gana
solo puede uno medio aconsejatr
tonce... al ver en ese tunel para atras
y sentir el amor de mis padres por mi
dije que no estaba listo
y desperte al otro dia bien
claro qu ese no fue el unico vez
me intoxique varias otras veces
por meter en exesos
no fue que fuera drogadicto
sino un man que me gustaba experimentar el extremo
por eso quiero hacer cine
porque no se un culo de cine
pero me gusta experimenbtar el extremo de la cratividad
no se pintar un culo
no se escribir ordenado y claro
no se nada
solo se que busco la sabiduria
en el diario vivir
solo doy gracias a Dios por el pan diario y la ropa que tengo puesta
lo de mas que lo quemen
que alimenten el infierno con sus maricadas el mundo
asi que parce
cuando piense en suicido
andres ya se suicido por todos nosotros
sienta esa sensacion
la sensacion del suicido de andres
y senti el valor de saber que el murio
por todos los lcos desadaptados como nosotros
que vivimos dentro el arte
porque somo la creatrividad ovculta del verbo crear
no te metas en ese rio
esas aguas estan empantanados
ya los angelitos empantanados se fueron
ahiora quedan los angeles guerreros por vencer
vence hermano caicediano
leete el lobo estepario de hermannn hesse
ahi le dejo la tarea
la tarea de sobrevivir
la tarea de publicar nuestras cartas en
el blok de getto
para que otros sucidas sepan que andres se sucido por nosotros
los perfdedores de jugar el juego del sistema operacional humano de mierda
chao y sobrevive
chao y agarra tu arma
tu lapiz
tu vos
tu corazon
y salpica de vida
las opacas suelas de la muerte
que se disfrazan de ilusiones humanistas
que saben a muerte lenta
ese si es suicido
meterse a vivir la ilusion de que le ofrece a uno la vida falsa de "ellos"
fuck them!!!

chao

Cartas Caicedianas... 1

Desde la selva de la Sierra Nevada...
te cuent k estoy en el norte dentro la selva de
la sierra nevada, de verdad k cali me daña el caminao
y las ciudades, debo como esconderme de la civilizavcion
es una pesadilla k no me gusta pa nada
pero lo peligroso de eso es k se le salen a uno los
demonios escondidos de las debilidasdes umanas a flote
y se encunetra uno con mil complejos y menos deseos
de irse a codiar con la gente del normal

estoy escribiendo unos tres proectos pa enviar a concursos
pero ya con el ultimo k no gane nada me dio una piedra
no contra mi sino ciontra los putos jurados k escogenuna
chimba de ganadores k me dejan azul
entonces me doy cuenta de mi mediocridad y pues
me kedo en pausa, corto el acelere de mis arrecheras de escritor
poeta, loko y visionario, y me escondo detras de un muro verde
de selva donde no me vea naides jajajajajaja

klaro k estoy loko, decia andres,,, jaj
klaro parce k si pudiera ayudarle, si me hubiera ganado el
otro puto concurso ese, pues te enviaba pal pasaje
y pa k te comieras una puta por el kamino antes de irte a untar
de las porkerias k andres no se untaria por nada
eso alla cuidate de los falsos profetas de la mierda de
los negocios, salpican ilusiones o engañan a los juertos
llevese puesto el blindaje de la adolescencia
fuckio con la juventud, nosea joven carajo
k despuesde joven se vuelve viejo como todos los cerdos
kedese adolescente y diga lo k le de la gana

pero volviendo al billete parce
nada, sino vendo pinturas no sovrevivo
si no sobrevivo en esta manigua, me come
la jungla y si no consigo billeteico pa vivir
menois pa devolverme despues pa cali
tonce
me va a tokar kedarme por aka
y no ns vemos nuica mas

cuando pases por la tumba de andres
le decis k pailas, k los mensajes me llegan de el
pero k los escribo
pero k los jueces sion unos putos kabrones viejos y ansianos
k le venden literatura a editoriales k le roban al creador
tonces no gano nunca ni kulo
k me ayude desde alla a ganarle la carrera a los
putos intelectuales
k los pichen los vampiros pa k no digan nada
k los dejen sin lengua pa k no parlen mas
k se los koman todas las putas de la sexta
k se mueran putos

jajajajaja
bueno parce
lo k puede ver es k me tiene influenciado esta selva
asi k nos pillamos y no se deje llenar dle polvito magico
de las ilusiones k venden los hp

chao se cuida y saludes a andres
a los demas
k los fusilen por regalados

lunes

Ahora K Vivo en mi Tumba

Un gran amigo, artista y guerrero urbano, lector implacable de Andrés Caicedo, pintor y escritor, Urzuz (Fernando Florez) acaba de subir a la web un video sobre Andrés Caicedo, a continuación el link:

Ademas en su Googlepages tambien encontrarán demas trabajos,
O para mas comodidad, a lado derecho encontraran sus trabajos via Youtube.

martes

Mario Mendoza


Recientemente, en uno de los muchos cruces de correos que tengo con mi maestro literario Mario Mendoza (Escritor y ganador del premio Biblioteca Breve con su obra Satanás, obra que fue llevaba al cine), discutimos el problemas de las principales ciudades colombianas, más que todo el tema urbano, esa literatura urbana que siempre se tiñe de literatura negra, sucia, transpolitica, literatura de abordaje social. En un primer round comparamos nuestras dos ciudades; Cali y Bogotá. La primera una sin tanta notoriedad en el mundo de las letras, sin un escritor de renombre que la ubique en el podium de las ciudades convertidas novelas. La segunda, la capital, como el gran monstruo, la pionera, una ciudad de muchos y para muchos, compartimos en últimas. Finalmente para concluir opinamos cruzadamente sobre nuestras ciudades. Esto dijo sobre nuestro Calicalabozo:

“...creo que una corriente subterránea, sórdida, oscura y siniestra la recorre en medio del calor, la rumba y las plantaciones de caña de azúcar. Y esa corriente oscura es cada vez más potente.”

Esa corriente nos va a matar, nos esta acabando y nos convierte día a día en animales de novela negra... Gracias Maestro Mario Mendoza...

jueves

El partido de anoche

Y pensar que la luna se ocultó quizás entre las nubes, quizás entre la distancia de su lejanía. En la cancha, mis compañeros nos jugamos el todo por el miedo. Si, miedo fue lo que nos dio ver la ausencia de la luna, esa luna como juez, como luz en esta cancha tan oscura por sus muertos, por sus ladrones y su pobreza, ah y porque nosotros, a pesar de no haber iluminación eléctrica, nos la ingeniábamos para jugar cada vez que la luna aparecía. Pero esa noche esa luz blanca desapareció y todos decidimos continuar la partida. Ganábamos dos a uno.

Llegó la policía amotinándonos en un rincón y pidiéndonos dizque papeles. Ninguno cargaba nada, todos vivíamos, si mucho, a una cuadra de distancia. Entonces empezaron nuestros vecinos a llamar a nuestros padres, a la familia. Pero nadie salía, y los vecinos que protestaban nos dejaron solos. Uno de los agentes decidió dejarnos en paz, advirtiendo fugazmente que nos fuéramos, que él no quería llevarse la sorpresa de una masacre o algo así. Todos nos miramos, y al hacerlo notamos que la luna había vuelto y nos estaba iluminando, como dando ese pitazo para iniciar de nuevo. La ley se retiró.

Del equipo contrario preguntaron por el marcador, solo yo sabía. Dos a uno, dije. No aceptaron. Decidieron empezar de nuevo. Por entre las calles se iban en bandas de ecos los gemidos y algarabías que hacíamos. Nada se atrevía a rodar por el sector. Sentía miedo porque del equipo contrario sobresalían dos personajes que a su paso dejaban ese olor tan amargo de la marihuana, claro que sobresalían porque estaban dopados y entre el susurro de algunos compañeros de equipo pude darme cuenta que eran dos consagrados delincuentes. Había visto que nadie frenaba su juego, todos se resignaban a pensar en qué sucedería si los derribaban a punta de fuerza. Pero cual fuerza, si todos éramos mera grasa y otros, dos o tres, meros huesos, pura desnutrición y mecato. Yo cometí el error de quitarle el balón con la seguridad de que mi jugada resultaría.

Noté que cayó al suelo y que mis rodillas estaban sangrando, sentía ardor. Cuando se puso de pie vi que su rostro estaba jugado en sangre y que parte de su dermis quedaba amontonada sobre la barbilla. El efecto del vicio borraba todo tipo de dolor, creo que sentía los chorritos de sangre bajar por su cuello. Yo miraba la textura de la cancha y con la suela de mis zapatos podía notar ese asfalto escabroso, arrugado, como desgastado por el agite de los pies ir de un lado al otro controlando el balón.

Encima otro miedo y el silencio de todos, luego sus compañeros lo auxiliaron y lo pusieron al tanto de su desgracia. Ya algunos echaban vistazos poco normales sobre mí, sobre las salidas de la cancha. Pensé en pedir disculpas, pero sentí que el sudor bajaba a cántaros, que las piernas temblarían y que la luna estaba detrás de un juego de nubes espesas y tal vez eternas para mis futuros minutos. Alcance a dar dos pasos al frente y a pensar lo que diría a manera de disculpas. Pero de ellos salió el otro personaje con un arma entre sus manos y disparó. Mi cuerpo estremeció, cayó. Los míos escaparon, mientras ellos discutían si me remataban. Agonizando pude escuchar el pito del vigilante del barrio, acompañado por su radiecito de pilas. El sonido fue yéndose cada vez más hasta perderse. Pensé en la muerte y fue en ese instante cuando me remataron, creo con dos disparos más.

Descarga ya mi último trabajo sobre Andrés Caicedo






miércoles

Proyecto Cine de Oriente

ColectivO AudiovisuaL Cine de Oriente
Entre el Río Cauca y el canal de aguas residuales (o caño del Oriente) nacen las esperanzas obreras de un recuerdo audiovisual para la memoria caleña. Un valiente grito de humildad en medio de calles e historias, de conflictos y víctimas, de solidaridad y lucha, de talentos y triunfos, de jóvenes dispuestos a no dejar morir la historia de su historia, su barrio.

El Colectivo:
El ColectivO AudiovisuaL Cine de Oriente, conformado por artistas y gestores culturales del sector, apoyado por la comunidad, nace desde el punto de vista psicológico. Como vemos en las experiencias adquiridas desde los medios de información, y directamente desde los productos o frutos de esta, algunos caleños con sueños e iniciativas artísticas han llevado sus proyectos a fronteras literarias y audiovisuales que hace algunos años se creían dignamente imposibles de desarrollar en medio de tanta pobreza, de tanto desempleo, de tanta muerte y peligro rondado las comunas de nuestra ciudad, ese miedo estigmatizado por los jóvenes de la subcultura y combatidos desde la fuerza pública y la desconocida, esa que se llevó a la mitad de la población juvenil de nuestra ciudad entre los años 1992-2000, y la cual aún sigue lavando las calles y carreras de nuestra urbe. Ese fue el detonante para la masa, para un pueblo que se canso de vivir unos pocos años para luego morir en cualquier esquina sin más memoria e historia que los artículos y crónicas tipos campos de concentración nazis del Diario el Caleño. La memoria se diluía entre tanta inconformidad. Claro, la historia de nuestra ciudad y más aún de la clase baja de estrato socioeconómico 1 y 2 se puede buscar en las hemerotecas o en los barrios privados donde la carne se convierte en polvo y los huesos quedan al desnudo. Y es allí donde en medio de tanto graffiti hecho con colorete, o con tizas y lápices sin vida dejamos nuestra protesta, allá en las lápidas de nuestros muertos. Nosotros los artistas de la subcultura sentimos no tenemos memoria, no la hemos construido, nuestros intentos, si es que ha habido, han quedado sepultados por el polvo y por la prerrogativa excusa del destino: hay que trabajar para sobrevivir. Pero como resultado, los procesos de culturalización han fracasado porque sus idearios y sus destinarios han caído en la trampa obligada del trabajo remunerativo. Es obvio que debemos ganarnos la vida laborando en cualquier oficio, pero no por ello dejar que un proceso de estética urbana deje en el olvido sudor y lágrimas, objetivos y luchas propuestas por una calidad de vida mejor. Ese es el lamentable recuento de muchos trabajos sociales que han caído y han terminado, sus integrantes han tomado otro camino, el de los oficios, el la jornada laboral y su salario mínimo cada mes.


El Proyecto:
CINE DE ORIENTE es el abrebocas de un gran proyecto audiovisual que se llevará a cabo entre los años 2009 y 2012. Nació luego analizar el poder cinematográfico de nuestra ciudad tanto en la actualidad como en la historia. Sabemos, por experiencia, que el Oriente de Cali alberga una camada interesante de jóvenes dispuestos y sabedores del conocimiento y el gusto por las artes en todas sus expresiones, desde el joven que mueve su cuerpo al compás de la salsa o el hip-hop, hasta las jovencitas afro que con sus manos ásperas y trabajadas entrenzan artísticamente los cabellos de sus femeninas. Partiendo de un detallado estudio con los grupos artísticos y culturales del Oriente caleño, hemos llegado a conocer resultados sorprendentes en cuanto a habilidades y destrezas en los jóvenes que viven su barrio en sus calles, en sus hogares, en sus pocos y maltratados parques y zonas verdes. Por eso hemos creado el Colectivo Audiovisual Cine de Oriente, el cual de la mano de un escritor, un artista plástico, un fotógrafo, una poeta, un gestor cultural, todos inéditos artistas que han labrado las calles y la historia del Oriente, para explotar el pacífico infierno del arte que albergan los niños y jóvenes, pero más que detonar esa gran cima de oportunidades y expectativas lo hacemos para darle un poco de resonancia a nuestros habitantes, a nuestros conciudadanos, a nuestra historia, a nuestros compatriotas, que nunca han creído en el talento de barrio, lo hacemos para gritarle al mundo que éstas camadas anuales de pequeños y esforzados artistas son de barrio, Somos De Barrio. De hoy en adelante convertiremos las calles del Oriente en escenario de historias, en imágenes con valor, borraremos de ella las gotas de sangre que a veces se descubren sobre el pavimento, gotas que hicieron y hacen caminos oscuros y siniestros, pero sabemos que hay un punto en que la sangre la oculta el polvo, será el polvo de la revolución, de la combatividad juvenil que borrará de nuestras calles y parará definitivamente esa historia de zona peligrosa, letal, profanada y de miedo en la que nadie entra, en la que penetran solamente en los comentarios que se filtran por las fronteras de nuestro Petecuy o por las amarillistas crónicas periodísticas de los diarios desinformativos de nuestra ciudad.

Nuestro Primer trabajo es un cortometraje denominado Miedo Ambiente:

Miedo ambiente:
Palabra que designa y envuelve el miedo físico, moral y comunitario que vive en cada uno de los habitantes de una ciudad, una comuna, un sector o un barrio. El miedo ambiente hace parte de la cotidianidad de la vida, de los días, de las noches, de las conversaciones, de las caminatas por las calles, de los hogares de nuestros vecinos, de las canchas de fútbol, de los sitios denominados peligrosos, de esas zonas oscuras plagadas de pobreza, de inoportunidades. Este cortometraje denominado Miedo Ambiente, con ingredientes documentales, hace énfasis en la fascinación y aceptación del horror, de tácticas para afrontar el miedo del pueblo, el miedo suministrado por el comercio, por la oferta y la demanda, por conflictos urbanos, por la política o simplemente por la historia de la vida de un país violento y trasgresor de los derechos del pueblo.
Pronto más información.

lunes

Se murió porque estaba vivo


“Estábamos en serios problemas.
Los árboles de la selva no nos
dejaban ver la punta de los
rascacielos”

Alberto Fuguet

Eso fue lo que dijo Juan cuando vio a medio mundo llorando frente el ataúd de su padre. Y continuó, se murió porque nadie le paró bolas a su enfermedad y a los sueños que tenía, nunca nadie le preguntó por esas películas que tenía guardadas, ni por esos libretos ni las columnas de libros viejos y empolvados a lado y lado de su cambuche, porque eso no es una pieza, ni una habitación, eso es un cambuche, pero todos sí preguntaron por los millones que tiene en el banco, eso sí, pero tranquilos que a esas y todas las lágrimas que hay por el suelo no les voy a creer. Déjenme los libros, las películas, los libretos y el virus de esa enfermedad que sinceramente, yo también la padezco, esa fue mi herencia desde los diez años. Me quedo en el cambuche a morir como murió mi padre, olvidado, exiliado por cuentas bancarias e incomodidades familiares.

Miró mal a todos, cerrando sus pupilas con la rabia brusca que lo habitaba. Fue hasta el cambuche, como él lo llamaba, y empezó a fumar. Alicia se enteró por el humo. Le dijo que por favor fumara fuera, que respetara siquiera el velorio de su padre. De qué me servirán esos libretos y películas formato VHS, pensó mientras cruzaba la sala donde estaba el ataúd y toda la familia reunida en medio de gemidos y susurros. Llegó hasta la esquina, tomó asiento en la tienda. Contemplaba la noche, las estrellas, la soledad del cielo, un cielo vacío, sin nubes que amenazaran lluvia. Las motos pasaban a mil. Se venía el olor de la marihuana. El radio sonaba en la tienda. Le llamó la atención el chico que se acercó y compró papas fritas y un vaso de yogurt. Era él mismo, pensó al verlo con las chanclas plásticas rasgadas de jugar fútbol, los bluyines cortados a manera de pantaloneta y la camisa del equipo de fútbol de la ciudad, era él mismo, hasta el número estampado detrás de la camisa amarilla, el veinticinco, el mismo número de su edad, de su madurez. Los recuerdos eran como estar pensando en la casa de la próxima esquina, estaban vivitos, recién hechos.

El cigarrillo se le acabó, como se acabó la alegría de tener a su padre vivo. Impulsó la colilla entre el dedo corazón y el pulgar, la lanzó lejos. Aún continuaba encendida. Afuera de su casa estaban sus tíos y un par de primos engreídos que lo miraban y lo señalaban disimuladamente. De esos primos con mejor condición económica que se creen con más valor y más visión ante la vida, se reían mientras tomaban el café que él mismo había comprado el fin de semana junto con el mercado que su padre le encargó. Y no podía creer que hoy, mejor dicho ahora, estuviera muerto. Pero se murió porque estaba vivo, dijo mientras se puso de pie.

Sus amigos de infancia pasaban y estrechaban sus manos, alzaban las cejas y cruzaban palabras de saludo nada más. Todo el barrio sabía que Juan, hijo único, tenía el verdadero sentido de una vida dedicada, honrosa y fructífera. Su imagen era única, un joven de kilómetros de pensamiento, estudioso sin diplomas, valorado y sin un peso para reemplazar el cigarrillo que había terminado. Pensaba en todos esos veinticinco años al lado de su padre. Sí, se murió, finalmente entendía. Regresó al velorio con las manos entre los bolsillos y la mirada clavada en las baldosas azulcielo que ya no brillaban de tanto lloriqueo. Quiso estar encerrado con el aire y las cosas de Eduardo, su padre. Ojeó los títulos de las películas, los nombres de los libretos, los espejos quebrados y los amarillentos titulares de prensa colgados de la pared en grande cartones. Las cintas estaban muy bien organizadas, una columna era de terror, otra era ciclo japonés, y la más alta, de aproximadamente dos metros, eran películas argentinas. Revisó los titulares en los recortes, pared por pared, metro por metro. Todas eran columnas de opinión que hablaban sobre las ciudades latinoamericanas y sus problemas. La Ciudad es como una cebolla, Ciudad en crisis o Crisis en la ciudad, Dos urbes un país, El futuro Hoy, Pandillas callejeras, Ciudad Joven, Nuevos barrios nuevos ciudadanos, en fin eran innumerables para Juan cuando se topaba con los comentarios escritos a un lado por su padre. Midió la distancia entre él y la cama hasta dejarse caer y recordar que su padre era apasionado por la sociología, por la arquitectura de las grandes ciudades y los problemas de sus habitantes. Leía los libretos y no entendía tanto garabato. Todas las letras parecían entretejidas, unas borradas por el tiempo, otras por la humedad. Los libretos caían en los rincones, en el cesto de basura, debajo de la silla metálica, todos sin poder ser entendidos o traducidos por los recuerdos de Juan.

El aire salía a bocanadas de sus pulmones, todavía, con el ligero aliento a nicotina. Encendió el televisor y como si fuera técnico electricista conectó un juego de cables rojo, azul, verde, negro y amarillo del VHS hasta la parte trasera del televisor. Y empezó a introducir todas las películas en el aparato. Las aceleraba al máximo, la hora y media o las dos horas de cada cinta se convertían en diez y hasta quince minutos. Los personajes saltaban, disparaban y corrían como si fuesen fantásticos, hacían el amor en dos segundos, amanecía entre un abrir y cerrar de ojos, los carros aparecían y desaparecían como por arte de magia. Afuera todos rezaban, las voces se mezclaban entre los largometrajes acelerados y la radio de la tienda.

Juan seguía empeñado en ver todo lo que su padre había visto durante sus 40 años de vida. Lo hacía más por inercia que por llegar a saber todo lo que supo su padre. Intriga, sexo, muerte, impunidad, dolor, agresión, romanticismo, amor, inseguridad, terrorismo, religión, todo se pasaba a la velocidad del sonido, y el sonido venía en paquetes de conversaciones apretadas. Las que veía terminaban con la cinta desenvuelta entre el desorden que crecía cada diez minutos. En ocasiones ni le prestaba atención a las imágenes fugaces, pensaba en blanco, en nada, hasta que perdía la mirada. El mundo seguía ahí, pero Juan iba desapareciendo. De las películas que recordaba guardaba las escenas de muerte, a mujeres y hombres perdiendo en un milisegundo veinte, treinta, cuarenta años de existencia.

Abría los libros y los libretos para borrar del aire ese olor a café hirviendo. Prefería la humedad del papel guardado por años, el de la tinta de los lapiceros hurgando infantilmente sus fosas nasales mientras las pegaba a las páginas. Vio todo, las argentinas, las japonesas y las películas de sexo que guardaba en una caja bajo su cama. Nadie se atrevía a tocar la puerta de madera, ni escuchaba su nombre entre los secreteos, a sus oídos solo llegaban los sonidos de las cosas de su padre, las tablas de la cama, las ratas en el techo, los gatos maullando, el viento colarse entre las tejas de barro, el recalentamiento del televisor y el rebobinado del VHS. Se había instalado en el último mundo de su padre, en lo último que miró y pensó cuando moría. Los trajes, los zapatos brillantes y recién lustrados, las corbatas archivadas y uno que otro disfraz guardado en chuspas plásticas. Los afiches del Che Guevara, las fotografías de sus tíos y sus padres, las suyas y más suyas.

La tranquilidad duro muy poco. Sintió inesperadamente las ganas terribles de llorar, de afirmar que los hombres sí lloran. Su padre no estaba, se había muerto y no estuvo ahí para impedirlo. Los lamentos iban acompañados de golpes, de puños, que le proporcionaba al colchón que sus lágrimas humedecía. Por un momento recordó las crisis mentales y las ganas de hacerse daño de su padre y los hospitales psiquiátricos donde pasaba semanas enteras. Estiró su brazo y acarició esas cicatrices que muestran las muñecas de sus manos. Recordó la vez en que quiso matarlo y matarse a sí mismo, y también el odio que empezó a sentirle por los tratos y la educación que le brindaba la familia de su madre, por el rencor, la rabia que ellos habían sembrando en él luego del incidente. Tal vez por eso murió mi padre, aseguró llorando, porque una parte de mí lo odiaba, lo odia aún, y lo odiará por siempre, esa parte llamada vida, cuerpo.

Con la sábana limpiaba las gotas en su rostro, gemía de rabia, de desespero. Caminaba de lado a lado, pateaba los cassettes enredados, los libretos volaban por el aire, quería arrancarse los cabellos, la piel de su cabeza, sacarse de adentro esa impotencia de querer hacer algo. Descansó echado sobre la silla metálica, pensando, mirando todo con estupor, con desconfianza, con miedo de ultratumba.

El televisor se apagó automáticamente y todo quedó a oscuras, salvo las rendijas de la puerta por donde entraban varios cuadritos de luz que venían desde la sala. Alguien se acercó a la puerta con la intención de entrar, pero desistió, lo notó por las sombras.

En alguna medida sintió que estaba viviendo igual que su padre, con la herencia biológica dentro de su corazón y no dentro de su cerebro. Registró cada lugar, cada rincón, cada cajita de madera en busca de algo nuevo. Sólo encontraba pastillas y fórmulas médicas, papeles y más cassettes que destruía. Revisó todas las pastillas, frasco por frasco. Con lo poco que sabía sobre medicinas se automedicó. Agarró varias pastillas de Benzoato de Mercurio -en la inscripción manual del frasco- y se las llevó a la boca. Pasaron así, suavecitas una por una, muerte por muerte.

Muerte que le dio tiempo de salir, ver la luz, a su padre tras un recuadro de vidrio, al reloj marcar las tres y diez de la madrugada, de salir a la calle y ver a sus primos en la tienda de la esquina tomando cerveza con los vecinos, tiempo para tomarse un café, entrar a su casa y ver de nuevo a su padre y decirle que, uno se muere porque está vivo, nada más. Tiempo para caer, para cerrar los ojos y no sentir que el cuerpo se va a estrellar contra las baldosas azulcielo, y que eso duele como le dolió al padre de Juan cuando cayó de lo alto y murió.